La separación conyugal esta considerada como un proceso estresante que afecta a diversas áreas de la vida de un sujeto, como la familiar, la emocional, la económica, la social, la laboral y la legal. La separación supone también la pérdida de la principal fuente de refuerzo y de apoyo social, además genera inestabilidad, inseguridad, desprotección y nerviosismo en todos los miembros de la familia
Esta situación implica, de forma directa la reorganización y reestructuración ,de la vida de los cónyuges y de los hijos, pero afecta también de forma indirecta a la familia en su globalidad
La separación se produce en varias fases o etapas, en cada una de ellas se dan diferentes acontecimientos y cada fase conlleva la expresión de diversos sentimientos .
Las consecuencias psicológicas de la ruptura conyugal, se manifiestan tanto en los adultos como en los hijos. En los cónyuges aparecen la depresión expresada por tristeza, soledad, desilusión, llanto y falta de motivación, y la ansiedad cuyos síntomas son la irritabilidad, la rabia, el odio, la desconfianza y los miedos que conducen a la evitación de situaciones que recuerdan su vida anterior. Además están presentes los trastornos del sueño y la baja autoestima.
También son frecuentes la falta de apoyo social, la confusión acerca de los roles sociales y sexuales, el incumplimiento del régimen de visitas y del pago de la pensión alimenticia. En algunas ocasiones, la separación conduce a la penuria económica y al paro laboral
La crisis de una separación se vive también de forma distinta, dependiendo de quien inicia o toma la decisión de separarse. El que toma la decisión normalmente ha encontrado una alternativa mejor, o la separación le supone una liberación y un alivio, el que es dejado se siente fracasado y teme al futuro; en ambos casos aparecen problemas ya que la separación supone una ruptura de expectativas y la necesidad de un replanteamiento vital.
A pesar de que el proceso de separación lleva sentimientos de rencor y frustración, y a veces se busca castigar al otro cónyuge a través de los acuerdos que se tomen, el replanteamiento de la situación como una cese de convivencia de forma amistosa, puede repercutir de forma muy positiva en el futuro personal de ambos cónyuges, especialmente si hay niños en el núcleo familiar. Por ello, la mediación como un proceso de diálogo dirigido por un especialista, en el que ambas personas puedan expresar sus necesidades y temores de forma objetiva, puede producir acuerdos más satisfactorios a nivel económico y emocional.